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Trucar o narrar (Tierra de Magos) / Juan Manuel Granja 

Foto: La Hora

Trucar o narrar (Tierra de Magos) / Juan Manuel Granja 

Que aparezca un auto último modelo en pleno teatro. Que se dupliquen palomas. Que aparezcan de la nada en un movimiento de manos. Que pilas de libros se pongan a bailar como títeres colmados de letras. Que una esfera vidriosa se vuelva agua. Y que el agua se vuelva una esfera de vidrio. Que un truco con cartas sea además un monólogo cómico. Que reparta carcajadas y que resuenen por todo el graderío repleto de niños... Así, intercalando actos de pura orquestación visual con momentos verbales a cargo del humorismo de un grupo de magos fogueado en el manejo de grandes públicos, se fueron sucediendo la serie de números que compusieron el show denominado Tierra de Magos.

El espectáculo juntó a siete de los magos más premiados provenientes de España, Argentina, Colombia, Ecuador, Perú y Corea. El evento, todo un éxito de recepción y audiencia, permite pensar en una serie de formas tradicionales del entretenimiento popular, en cómo responden a una legitimación que se da en términos de prestigio y cosmopolitismo, valores que en un principio podrían parecer más propias de otras esferas de lo artístico. Paralelamente, este encuentro de distintos géneros de magia (ilusionismo, mentalismo, prestidigitación, magia sensorial y dove work) da pie a una reflexión sobre las ramificaciones rizomáticas de lo teatral en medio de una industria cultural cada vez más digitalizada. A saber, además de funcionar como un espectáculo de variedades y de comedia (sobre todo cuando saltan a escena Nicolás Gentile, Johans Ríos o Daba), este show da cuenta de la convivencia de distintas manifestaciones del arte escénico y de cómo el estatuto inestable del performance está abierto a una reescritura o reelaboración constante.   

Gesto y artificio: la teatralidad del mago no solo depende de un público dispuesto al asombro, abierto a soñar con la suspensión momentánea de las leyes de la naturaleza (enemigos como la gravedad o la direccionalidad del tiempo son las marcas de lo real que la magia desprecia pero a las cuales agradece su posibilidad de peripecia), la magia de masas sobre todo estriba en un marco escénico, en un espacio que, más que desafiar la realidad y su encadenamiento de causa y efecto, las estetiza en vivo. Es esta disposición coreográfica, cuando no se trata de los actos cómicos anclados a lo verbal, la que da predominio en este tipo de espectáculo al sentido de la vista. Movimientos y objetos deben sujetarse a un ritmo, a una energía de trabajo sublimada en acción teatralizada.

 En ese sentido, podría decirse que la magia pertenece a los sistemas históricos de representación e incluso al modelo aristotélico de la narración del cual el cine de Hollywood tanto se ha servido para crear héroes y parejas: planteamiento, nudo y desenlace. La película sobre magos y magia, The Prestige, dirigida por Christopher Nolan, muestra la similitud de estas formas argumentales al hacer que toda la película se despliegue de acuerdo a la estructura de un truco, es decir, la del esqueleto argumental clásico perfecto. Y si bien, desde la superación de los paradigmas tradicionales en ciertas formas artísticas, lo clásico suele preferirse justamente como esqueleto y bien sepultado, en este caso puede notarse ciertas manifestaciones del exceso que de alguna superan el ordenamiento lógico de la narración lineal.

No se trata solamente de la presencia física del mago, del ponerse a prueba en vivo con total sujeción al arco tensado por el suspenso, aquel que separa el planteamiento inicial de un truco de la ejecución exitosa que solo entonces podrá ser llamada “mágica”. Este es el reino de los pañuelos, de las cartas, de las mangas donde todo cabe, de las cuerdas incomprensibles, de los espejos invisibles, del gesto elegante que conduce y distrae la mirada mientras la trampa se va gestando sin jamás ser descubierta, este es el escenario de una danza que acerca el music-hall al show de televisión. En este mundo se restituye el asombro y la creencia como aquella falta de la que, en el fondo, no carece la cotidianeidad hipertecnificada. Una tierra mágica es, a la vez, el autoengaño que deseamos y, sobre todo, las formas en que puede contarse o hacerse presente.

El país que cabe en un dron (A Son of Man: la maldición del tesoro de Atahualpa)/ Juan Manuel Granja

El país que cabe en un dron (A Son of Man: la maldición del tesoro de Atahualpa)/ Juan Manuel Granja

Manual para encontrar objetos perdidos/Genoveva Mora

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