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Víctor Hugo Gallegos ‘La Vena artística y la utopía me tenian obnubilado’ / Santiago Rivadeneira Aguirre

Víctor Hugo Gallegos ‘La Vena artística y la utopía me tenian obnubilado’ / Santiago Rivadeneira Aguirre

Víctor Hugo Gallegos, actor, dramaturgo y director de teatro, fue siempre un confrontador: con el orden establecido, la normalización, las costumbres. Entra puntualmente al café donde nos habíamos citado, premunido del paraguas ‘por si acaso’ llueva. La mañana está despejada aunque un poco fría. Pero la primera acotación, antes de la charla, es sobre las veces que quiso ser poeta: ‘Yo quería ser poeta, -dice- alimentaba la rebelión y me daba cuenta de que en realidad hice una vida demasiado sometida a las reglas’. Vuelve sobre el tema de las costumbres e insiste en las veces que olvida el paraguas: en los restaurantes, los cafés, en el taxi. ‘Yo siempre he hablado de la vida sometida. En el colegio leía obras importantes de Camus y Kafka y otros autores muy identificados con la vanguardia. Era mi forma de rebeldía’. 

Comenzó a trabajar como asistente administrativo en el Seguro Social. ‘El señor González me tenía jodido’. Ríe. Y es una risa de afirmación, que parece señalar su propia autonomía. ‘Yo hacía los informes tatareando mientras tecleaba la máquina de escribir. El señor González, supervisor de la oficina, se acercaba y me decía: “Señor Gallegos, no trabaje como si fuera una costurera”. 

Otra vez la risa que se alarga y se despliega más allá de su propia esfera, o para ser exactos, despliega su sonoridad más allá del propio sonido. Un sorbo de su taza de café pasado. ‘Porque este caballero me tenía sonado y me recargaba de trabajo. Se iba un compañero de vacaciones y yo atendía ese puesto, cuando faltaba otro compañero, igual. Andaba como lanzadera, patinando en la oficina, de un lado a otro, haciendo de todo. Tenía que aceptar el disciplinamiento y ordenarme ¡No es así la vida!’. Una pausa orgánicamientras busca algo en su maleta. ‘Ayer me agarró un aguacero en la Rocafuerte y Paredes, yo solo iba a mi casa a sacar el paraguas y tuve que escampar en una tienda hasta cerca de las cinco cuando medio amainó’. Víctor Hugo vive en el centro histórico, cerca del Cumandá, ‘de toda la vida’.  

El viejo celoso. Foto El Apuntador

El viejo celoso. Foto El Apuntador

Tiempo después, deja la Universidad Católica y es como el comienzo de otros intentos por encontrar la vocación perdida. ‘Yo dije, tengo que irme a la Central, había aprobado el examen de ingreso a la facultad de Derecho, porque todo el mundo quería que me haga abogado’. El capítulo del ‘señor González’ había servido como elemento de precipitación, que podría explicarse años después cuando el arte y la utopía suponen un impulso libre y definitivo, sin meta final aparente. ‘Iba a militar en el partido, proclamar y hacer la revolución y por último escribir poesía, entrar a la Casa de la Cultura a codearme con poetas de a de veras, y me quedé con el Antonio Ordóñez’. La risa viaja y regresa.

Alimenta la rebelión que se vuelve una consigna o la causa que se convierte en el carácter distintivo de su trabajo, y que consiste, a la larga y a la corta, en dar fines a su proyecto de vida y aspirar siempre a esos fines de manera coherente con sus principios y su ser lúdico. ‘Me daba cuenta de que en realidad hice una vida demasiado sometida -insiste. Y yo siempre hablé del espíritu rebelde de la juventud. Era un laico a fondo en el colegio. Me vinieron a invitar los de la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador, FESE, diciendo que era un buen cuadro. A esas alturas ya tenía una visión de la vida más abierta, donde se gestan y contrastan las desigualdades’.

El viejo celoso , Victor Hugo Gallegos. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

El viejo celoso , Victor Hugo Gallegos. Foto Silvia Echevarria El Apuntador


Menciona a Luis Alfonso, el ‘Foco’ Chiriboga -un ex compañero que ahora vive en Venezuela- que alguna vez le sugiere ir a la Casa de la Cultura donde se reúnen escritores y poetas, y poder salir del aislamiento. ‘Más tarde el Foco me dice que han abierto una escuela de arte dramático en la misma Casa de la Cultura. Hagamos ese número, me dijo. Nos inscribamos y así nos vinculamos con los escritores. Era 1968. Fuimos y ni bien nos vieron -yo ya tenía los 30 sucres que costaba la inscripción- nos plantaron la edición rústica de los 6 tomos de la Historia del Teatro Ecuatoriano de Ricardo Descalzi. Llegamos a la primera clase y nos recibieron los integrantes del Teatro Popular (a donde íbamos a llegar si aprobábamos los dos primeros años de la carrera) en el Aula Benjamín Carrión. Algunos miembros del Teatro Ensayo. Me acuerdo que estaban el ‘Canguil’, la Noemí Albuja y el Marco Muñoz. Hablaban del teatro con pasión. Verles a todos con esas caras místicas. El (Eduardo) Almeida con su pelo largo. Y por supuesto el Antonio Ordoñez, con su vozarrón, director del Teatro Ensayo.

De alguna manera, para Gallegos, ese primer impacto, apareció como si se tratara de una gran sorpresa. Mientras tanto, diversos acontecimientos políticos ocurridos en el país, precipitan la caída del gobierno y la llegada al poder de una junta militar que provoca la intervención de la Casa de la Cultura y el fin de la Escuela de Arte Dramático. Dos años de estudios y uno en el Teatro Ensayo. Al regresar de una gira por Otavalo, vieron que el edificio de la Casa estaba rodeado de tanquetas. ‘Nos quedamos en la cochina calle. Y de ahí a ensayar en El Ejido. Pero a mí ya me había tocado la fibra del teatro’.

Menciona a Octavio Paz y las relecturas de su obra poética.  La contundencia de su poesía a la que vuelve siempre, pero ya sin el encanto de la primera vez. Prefiere, en todo caso, la propuesta de Jaime Sabines Gutiérrez, también mexicano. ‘Un gran poeta. Autor de Horal, Tarumba, Diario Semanario, entre otros intensos poemarios. Dejé Derecho y me embarqué en Sociología. Para entender eso del materialismo histórico y materialismo dialéctico. Eso me dieron en los primeros dos años. Estudie El Capital a fondo. Tuve de profesor a Milton Benítez que era una maravilla. Estaban también Rafael Quintero y  Pablo Celi que planteaba la teoría de la conciencia de la necesidad, necesaria para el avance revolucionario. (Ahora solo es una sonrisa) Pero yo llego a la primera clase de sociología y el Cura Muñoz me dice, ‘¿usted es nuevo, no? A ver dígame, ¿cuándo el conocimiento es problema del conocimiento?’ Traté de hilvanar alguna idea… “mejor siéntese” -me dijo. “No venga con tonterías, aquí, a adivinar. El conocimiento no es problema del conocimiento”. Claro, ya en Althuser se reconoce que el conocimiento no puede ser problema del conocimiento’. 

En esa línea filosófica y de pensamiento, este actor y director ecuatoriano, ya era incapaz de aceptar la idea de una sociedad sin cambios estructurales que no podía ir a ninguna parte. Entonces reniega de los famosos grupos de estudio con los que jamás cuadró. Arribó, más por desconfianza que por convencimiento, a la Facultad de Filosofía y Letras para estudiar literatura y castellano. ‘La facultad del moteque le decía el Ramón Serrano, por las ventas al pie del edificio. Tampoco me gustó y me metí a periodismo por el asunto de la comunicación, pero seguíamos tomando apuntes, como metodología de estudio. No se podía leer un libro completo o discutir sobre grandes temas o proponer áreas de debate, etc.’.

Victor Hugo Gallegos. Foto Luis Mejías

Victor Hugo Gallegos. Foto Luis Mejías

La época del Teatro Ensayo ‘fue durísima, habiendo sido despojados del espacio para los ensayos y sin ningún respaldo institucional. No fue nada sencillo todo ese trabajo. Pero yo me moría de las iras cuando algunos compañeros pretendían echarle la culpa al teatro de nuestra situación económica. El teatro nunca ha dicho vengan a arruinarse la vida. Tampoco es la escapatoria ni el causante o responsable de nada. Y yo con la guagua chiquita’. 

Concede gran importancia, no siempre reconocida o puesta de relieve, al trabajo propositivo. ‘Era proponedor a fondo. En todos los ensayos estudiaba mucho el trabajo del actor,  las propuestas de Stanislavsky, pero ya me interesa Brecht. El primer trabajo en la escuela fue una obra de Fausto Arellano, La Creación. En el segundo año de la Escuela de Arte Dramático, prácticamente yo ya daba clases. No teníamos profesores. Y dirigía los sketchescomo parte del plan de estudios. Me forjé en la fragua. En el marco de esos trabajos, concebimos un programa de mano que se llamó Parte mortuorio, que yo mismo redacté y que firmaron los hijos putativos: el Ramón Serrano, el Feo Jaramillo, el Tapete Jaramillo, así, con todos los apodos. Y por eso el efecto V, el distanciamiento brechtiano. Eso había leído Fabio Pachioni que estaba feliz con el manifiesto’.

Tartufo de Molière 1980 . Victor Hugo Gallegos y Antonio Ordoñez Foto Cortesía Teatro Ensayo

Tartufo de Molière 1980 . Victor Hugo Gallegos y Antonio Ordoñez Foto Cortesía Teatro Ensayo

Viene el momento histórico del Teatro Estudio de Quito, que funda después de 12 años de pertenecer al Teatro Ensayo, dirigido por Antonio Ordóñez. Y además, el largo capítulo de la docencia en la Escuela de Teatro de la Universidad Central. El primer espectáculo del TEQ le reencuentra con un texto clásico, El zoológico de cristal de Tennessee Williams y más adelante Las brujas de Salem, Los invasoresy un par de obras cortas también de T. Williams. Y ésta travesía del grupo parece terminar con un trabajo cuyo pretexto fue la obra Macbethde Shakespeare. 

Lo que constituye el pensamiento y las líneas de acción de Víctor Hugo Gallegos, como actor, dramaturgo y director, son fácilmente rastreables en cada uno de sus trabajos. ‘El teatro finalmente me ha disciplinado, pero como expresión vital, lejos de las sanciones y los estados de cuenta. Eso no cabe en el arte. Pero una de las cosas que sí logró en mí el teatro es la puntualidad, por ejemplo, porque el teatro no admite atrasados. Y debo reconocer el papel importante de Antonio Ordóñez, su rol de hermano rector, porque siempre he dicho que es mi hermano mayor, mi maestro y mi amigo’. 

‘El hecho teatral -insiste ya como corolario- no puede ser una cosa que pase desapercibida y hay que evitar a toda costa la rutinización’. La conversación termina de manera puntual. Antes de salir del café le hago acuerdo del paraguas. Y, de pronto, se me vinieron a la mente algunas imágenes de Magritte. Y no sé por qué.

El viejo celoso. Marilu vaca, Diego Naranjo , Victor Hugo Pacheco Alejandra Alban, Mona Martinez Valentina Pacheco y Diego Carneiro de Oliveira . Foto Silvia Echevarria El Apuntador

El viejo celoso. Marilu vaca, Diego Naranjo , Victor Hugo Pacheco Alejandra Alban, Mona Martinez Valentina Pacheco y Diego Carneiro de Oliveira . Foto Silvia Echevarria El Apuntador


 

 

 



















MINA A,  Entre el 2017 y el 2018 / Ernesto Ortiz

MINA A, Entre el 2017 y el 2018 / Ernesto Ortiz

Línea y contorno de un abismo, anotaciones y trazos de la obra de Palacio / Genoveva Mora Toral

Línea y contorno de un abismo, anotaciones y trazos de la obra de Palacio / Genoveva Mora Toral