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XIX – Festival Internacional de Danza Fragmentos de Junio  /El cuerpo como acontecimiento / Mareo Maquilón

Black Out /Philippe Saire /Suiza: Foto cortesía

XIX – Festival Internacional de Danza Fragmentos de Junio /El cuerpo como acontecimiento / Mareo Maquilón

La presencia se potencia con la ausencia. Esta parece ser la máxima bajo la que ha vivido el mundo desde marzo de 2020, en función de las limitaciones al tránsito y al contacto humane. Ahora, poco más de un año después, varias ciudades ecuatorianas reabren cautelosamente sus maquinarias colectivas y puntos de encuentro comunitario. Sin embargo, subyace aún el riesgo de un posible rebrote que obligue nuevamente al distanciamiento y al confinamiento; está latente aún la ferocidad de la ausencia. 

En este sentido, la desertificación de los escenarios se manifestó como una realidad irremediable durante el 2020. Las artes escénicas se vieron especialmente golpeadas, en tanto no solo se alimentan de la colectividad, sino también del diálogo y la comunión. Particularmente, la danza, en tanto exploración pura del cuerpo en movimiento sufrió amargamente la reclusión no solo en los hogares, sino también en las fronteras de las pantallas a las que se recurrió para mantener la producción creativa.

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El cuerpo se constituye como testigo y testimonio del devenir histórico y de las transformaciones de cada era. Así, la pandemia aceleró un proceso que inició décadas atrás con la masificación de los televisores: la percepción de la corporalidad a través de una pantalla. Por tanto, se puede hablar de una digitalización del cuerpo, en tanto las dinámicas contemporáneas obligan a mantener relacionarse diariamente con humanidades concebidas desde y para lo virtual.

Estas contingencias le otorgaron al XIX Festival Internacional de Danza Fragmentos de Junio, en su edición de 2021, un tinte metafísico, al significar el regreso a los escenarios de forma presencial y con público después de un año de sequía. Las primeras lluvias para el corpus colectivo llegaron recién a mitad de año. La 19 edición de este festival lugar peleó su materialización en medio de una encrucijada histórica para las mecánicas de la corporalidad,  y lo hizo mediante su esencia: el transitar rítmico de los cuerpos.

De forma tácita, la realización de festival se erigió como la defensa férrea de la mística escénica a la que solo puede accederse a través de lo sensible y del contacto directo, aquella que embruja incluso cuando desde el silencio y el reposo. Esto significa que la corporalidad se extiende así más allá de la piel y se riega hasta los confines de la otredad, precisamente porque no hay mejor forma de percibir otro cuerpo que con el nuestro. 

La edición 19  del mayor festival dancístico de Guayaquil se presentó así como reflejo de un proceso de transición no solo para la danza guayaquileña, ecuatoriana y mundial, sino también para la percepción del cuerpo mismo. Bastaba con echar una mirada a las salas al final de cada función: rostros y cuerpos radiantes, que celebraban (aplaudiendo y gritando) la posibilidad del compartir espacio y materia después de más de un año de destierro.

Y es que la modalidad semipresencial y las medidas de bio seguridad que se implementaron en todo momento evocaban la amenaza que aún se encuentra latente y terriblemente invisible en nuestros entornos. Y claro, esta invisibilidad es relativa porque es precisamente el cuerpo, figura chamánica y altar al mismo tiempo, aquel que percibe y somatiza las corrientes que lo rodean.

El Mapa Vacío Colectivo El Pez Dorado

El Mapa Vacío Colectivo El Pez Dorado

En este sentido, la edición 2021 del Festival Fragmentos de Junio paseó al cuerpo por varios reinos, tanto en el plano físico como en el digital. Paradójicamente, la virtualidad que ha representado hasta ahora un síntoma de la separación se ha utilizado también como plataforma de integración e internacionalización del festival. Esto inició desde el 2020, en tanto fue la única vía posible de generar algún tipo de colectividad.

Bajo este contexto, el festival puso a disposición de su público un programa de clases magistrales virtuales y de libre acceso, cuyo enfoque apuntó a la percepción, exploración y entrenamiento de la corporalidad de cada une de los participantes. Esta propuesta contó con la guía de distintes maestres, quienes compartieron su experiencia y conocimientos, incluso desde otros puntos del planeta, como Brasil y México.

Las jornadas de clases magistrales virtuales conformaron así laboratorios corporales de alcance transnacional, y que contaron con la guía de destacadas figuras como Javier Pérez (Ecuador - México); Yara Cantillo (Colombia – Brasil), Carlos Zamora (México), Christian Masabanda (Ecuador), Jorge Alcolea (Cuba – Ecuador), Milena Rodríguez (Costa Rica – Ecuador), Talia Falconí (Ecuador), Ana María Vitola Cogollo – (Colombia), Marx Michelle Cárdenas (Colombia) y Edylin Zatarain  (México)

El formato mixto de la edición 2021 se evidenció también en las tan añoradas funciones presenciales de varias obras dancísticas en formato audiovisual, las cuales fueron expuestas en Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo – MAAC, que se convirtió en una de las sedes del festival. Y aquí ya comienza a manifestarse el poder gravitacional que tiene el cuerpo en la percepción.

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Se puede tomar la analogía del cine como referencia: jamás podrá compararse la experiencia de ver una película en una computadora con el vendaval que significa dejarse engullir por la experiencia cinematográfica de una sala de proyección; mucho más si se considera que existen sillas vibratorias diseñadas para trasladar aún más a la carne la experiencia cinematográfica.

A lo anterior debe sumarse la dinámica comunitaria, cercenada como está, pero presencial a fin de cuentas. Y fue justo la presencialidad ante una pantalla de gran formato la que potenció las narrativas de obras como Friccionario y Sigue Corriendo (ambas de Talía Falconí junto a estudiantes de la UARTES), Tren Delvaux (Rocío Becerril), y El Mapa Vacío (Colectivo El Pez Dorado).

El escenario del MAAC fue testigo también del regreso triunfal del cuerpo a las tablas crujientes, y triunfal es la palabra precisa porque la persistencia del cuerpo y de la vida ante la muerte y el miedo serán siempre motivo de celebración.

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Así, la programación presentada en el MAAC ofreció una diversidad de estilos y obran como regocijo por el regreso (parcial) de aquello cotidiano que nos fue arrancado. Las funciones presenciales incluyeron trabajos como Ruiseñor (Yesenea Mendoza Dance Company - ballet); Ese instante que no se olvida ( Ekaterina Ignatova – contemporánea); Eptea (Concha Jareño – danza española); Guayas y Quil (Arte Hispano – danza sobre pueblos originarios); y Tiempos Violentos (contemporánea), que fue producida por el equipo anfitrión, Zona Escena.

En este punto vale referirse a la propuesta fenomenológica de Maurice Merleau-Ponty, filósofo francés que propuso el estudio de las esencias, y de los fenómenos (precisamente), es decir, lo sensible, aquello que podemos percibir a través de los sentidos. Por tanto, si consideramos que la esencia es aquello sin lo cual algo no puede ser lo que es, vale indagar sobre lo esencial en la danza y sobre es su manifestación en el mundo.

El movimiento y la percepción de la corporalidad, en el tiempo y en el espacio (el cuerpo es también en sí mismo un espacio) se asoma entonces como la esencia del acto dancístico. Y aquí emerge también la dimensión multisensorial del la corporalidad, en tanto esta no acaba en los confines de la piel sino que se desborda hacia otros cuerpos que perciben y que responden al movimiento, como las ondas de agua que responden a la piedra profunda.

Definitivamente, la experiencia de percibir un cuerpo ajeno conlleva canales múltiples: colores, texturas, vibraciones, olores, ritmos, intensidades, sabores y dolores. Todo ella juega un rol en el proceso de sentir la corporalidad otra, y naturalmente, la propia. El cuerpo, como primer territorio, ofrece la posibilidad de habitarse desde fuera, dentro, y desde la distancia; desde el núcleo y las fronteras; desde los propios imperios y desde los ajenos.

Compañía Daniel Abreu /España Foto: Cortesía

Compañía Daniel Abreu /España Foto: Cortesía

En esta experiencia plural de la carne se sumergió el Festival Fragmentos de Junio para su presentaciones internacionales, las cuales fueron acogidas por la Sala Experimental del Teatro Centro de Arte de Guayaquil. Vale destacar que las posibilidades técnicas y logísticas de este reciento teatral y dancístico permitieron plasmar con fidelidad las propuestas coreográficas y escénicas de los exponentes foráneos del encuentro.

La recta final del festival estuvo conformada por obras que propusieron la corporalidad como un suceso fundamental y expansivo, capaz de proyectarse hacia el espacio y hacia les demás. Así, La desnudez (Daniel Abreu – España); Juya Ania (Michelle Félix - México/Alemania); el cortometraje Black Out (Philippe Saire – Suiza), y Ocupar/Vaciar (Gabriela Piñeiros – Ecuador) cerraron la programación con la materialización del acontecimiento magno de la organicidad cinética.

Black Out /Philippe Saire – Suiza. Foto Cortesñia

Black Out /Philippe Saire – Suiza. Foto Cortesñia

El cuerpo es también catalizador, precipitador y reflejo de la época en la que se encuentra situado (época incluye tiempo y espacio). En este sentido, las distintas obras del festival, y sus distintas modalidades, arrojaron luces sobre la fuerza de la ritualidad colectiva que solo emana de la cercanía. Al mismo tiempo, refleja la consolidación y expansión de los lenguajes audiovisuales, y de la videodanza, la cual se ha convertido ya en su propia categoría en función de la especificidad de su quimérico lenguaje.

Al mismo tiempo, y ya en el terreno de lo contingente, también queda plasmada la urgencia del apoyo público y privado al fomento de espacios y escenarios para las artes dancísticas, y por extensión, las escénicas. En este sentido, la calidad de las obras presentadas en el Festival fue posible gracias al apoyo de diversas instituciones, tales como: el Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación- IFCI y Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (España), Goethe Institut (Alemania); Centro Cultural Ecuatoriano Alemán , la Embajada de Suiza en el Ecuador, el Círculo Cultural de Suiza en Ecuador, el Teatro Centro de Arte y el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo – MAAC. Así, su aporte sirve como testimonio de la interdependencia del sector cultural (y de la experiencia humana en general), y de la necesidad de reafirmar ese compromiso.

En medio de una pandemia que todavía no acaba, y que por momentos parece recrudecer, el Festival Fragmentos de Junio restauró la posición del cuerpo como primer signo y código, y a la encarnación (término utilizado por Merleau-Ponty) como una características nucleares del quehacer dancístico. Así, se transforma la época y se transforman las individualidades, porque justamente son las subjetividades de los cuerpos las que tienen el poder de transmutar la historia en movimiento puro.

 

 

 

 

 

 

 

Confabular/Bailar

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LA POTENCIA NARRATIVA DE LA EXPERIENCIA  Santiago Rivadeneira Aguirre

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