Cantina/ Genoveva Mora Toral
En la mitad del siglo XIX cuando México perdía Texas, aparecieron unos lugares donde se podía tomar una copa sin obligación de consumir alimentos; se dice que eran el refugio para soldados sufridos por la guerra; así nacieron las famosas Cantinas Mexicanas, que persisten hasta hoy y han logrado mantener su encanto, su identidad, y sostenerse como el sitio cómplice de una amplia gama de personajes que llegan a ponerse al día con sus cuates o simplemente a compartir soledades. Más de un siglo ha de transcurrir para que estos antros masculinos aceptasen la presencia femenina sin alborotarse ni protestar; pues los muy machos se negaban a pagar cuando entraba una mujer. Hoy los tiempos son otros y más bien el peligro está en que los bares de moda y los night clubs, las ponga en riesgo de extinción; cuestión nada fácil porque la Cantina por tradición hasta mediado el siglo XX era el lugar predilecto para los políticos, filósofos y escritores, pero por sobre todo era y es el espacio donde la apariencia no cuenta, sino la posibilidad de hablar con gente sin la obligación de ser amigos, ni cumplir las formalidades de otros sitios. Es, en buenas cuentas, territorio de ocio y distensión, llena opciones para conocer historias, mitos y más.
Círculo de Artes Escénicas han tenido el acierto de traernos la Cantina, lo han hecho con tal pulso que lo que menos queremos es que se cierren las puertas y nos devuelvan a casa.
Obra Cantina. Javier Rujano. Foto Archivo El Apuntador
Una luz azulada lxs cobija mientras ellxs se mueven para ordenar la Cantina, jabas y más jabas van tomando forma mientras el guitarrero del fondo prueba algunos acordes y acompaña a los agenciosos que en minutos abrirán la fiesta. Una de Ellas toma micrófono y nos recuerda que esto es teatro, una celebración a Baco, su Dios e inspirador. En ese momento sucede el convenio teatral ‘nosotrxs somos el público y arriba los actorxs’, pacto que lo aceptamos sin chistar, pero al rato olvidamos esta distinción y nos sentimos en la Cantina, somos parte del jolgorio y como en la mera, mera, vamos conociendo a los personajes, sus apariencias y sus mentiras, sus habilidades y derrotas, sus poses y posibilidades, que dichas con buena música nos trasladan a una buena noche de farra.
Obra Cantina. Raul Adatti, Tanya Sánchez, Pancho Arias. Foto Archivo El Apuntador
El hecho de que una ficción nos atrape (o no) y nos vuelva parte de su efímera presencia no es algo dado, hay detrás todo un trabajo para conseguirlo. Como cualquier construcción necesita de una estructura sólida, y no me refiero al clásico orden, ni a una historia con sus fases marcadas, que mucho garantiza la funcionalidad de la obra. En esta propuesta esas seguridades pasan desapercibidas, se la juegan por otros derroteros, por ejemplo, la aparente desestructura, la ausencia de argumento, la apuesta por la espontaneidad, que puntualmente, es una de sus grandes armas. Vemos pues en escena a una serie de personajes, unos más conocidos que otros; así, la presencia de la compositora y cantante Grecia Albán nos sorprende y crea expectativa de cómo se va a integrar en el teatro, preocupación que se desvanece cuando la vemos inmersa en su papel como un personaje más, con mucha fuerza y no porque hable mucho sino al contrario por sus silencios y una presencia enigmática de esas que rondan en los bares, y de rato en rato entrega su voz para deleite de quienes habitamos la platea; tal como sucede con los músicos, cuyos cuerpos se transforman en hacer musical, urden personajes que ocupan la cantina cada quien desde su mundo.
Obra Cantina.Pedro Pablo Villacis y Diego Aguirre (musicos) y Matias Belmar y Pedro Pablo Villacis. Foto Archivo El Apuntador
La verdad es que todos hacen música, cantan, tocan la guitarra, la batería, el acordeón, las maracas; bailan, incluso el Mago tiene su tempo y su voz. Todos los personajes son únicos e indispensables en ese juego de malabares que es la Cantina, porque ahí todos tienen su vuelo, todxs la habitan a su pinta y todo puede suceder después de la llegada de la anfitriona (Tanya Sánchez) ‘empoderada’ que al muy estilo mexicano deconstruye a la diva, y al son de Si una vez, con su coro – la pareja gay- hacen las delicias de la noche donde además desfilan el juego de amores y desamores, la aparición de Sandro de América (Pancho Arias), el trío rocolero (Arias, Adatti y Albán) que recuerdan al famoso JJ y ‘con el ama en los labios’ honran al nunca olvidado Medardo Ángel Silva; y todo el bonche de músicos (Belmar, Villacís,Aguirre, Arias) que al compás de Aladino nos pone con ganas de brindar.
Obra Cantina. Raul Adatti Pedro, Diego Aguirre, Pancho Arias, Matias Belmar . Archivo El Apuntador
Juega también un preponderante rol el uso de los objetos y la luz (Cristofer Villavicencio), estas jabas que son el membrete cervecero se convierten en escenografía móvil, dúctil, protagónica, porque manipuladas otorgan movimiento a todo el espectáculo, se transforman en podio, mesas, organizadores, en lo que haga falta. Manejarlas y hacerlas aparecer como elementos moldeables implica todo un cálculo, no se diga cuando estalla la batalla campal típica de los bares y terminan convirtiéndose en misiles, y quienes ocupamos las primeras filas rogamos que no falle la previsión.
Sí, hay una que otra ‘nota’ que se escapa, pero pasa desapercibida, Belmar el director de esta obra ha sabido conjugar el enorme talento de quienes ocupan la escena, todxs consiguen crear una energía y una atmósfera ad hoc para la Cantina; como señalaba, todxs la pueblan y esto implica un logro escénico, que debe ser, es, lógico, pero no siempre se alcanza, especialmente en propuestas donde no hay un texto integrador, donde estar en escena significa presencia, en los momentos de no acción, que los lleva a convertirse en melodía de esta gran composición.
Ficha técnica
elteatro/CCI
Círculo de Artes Escénicas
Obra: Cantina
Elenco: Grecia Albán, Pancho Arias, Raul Adatti, Diego Aguirre, Matías Belmar, Javier Rujano, Tanya Sánchez, Pedro Pablo Villacis y Cristopher Villavicencio.
Marzo 2022
