LA FORMA SOÑADORA DE UNA MUJER | Santiago Ribadeneira Aguirre
La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía (…).
Silvia Plath Filo
La vida de la escritora Sylvia Plath, (Jamaica Plain, Boston, 1932-Primrose Hill, Londres, 1963) es el pretexto dramático para un ensayo escénico sobre la desemejanza, (Mujer Machine) respecto de un personaje (interpretado por Andrea Ordóñez) que intenta mostrarnos la forma soñadora de inventar vidas posibles o reales, inventándose a sí mismo. Son ocho cuadros que definen una línea de fuga infinita, que parte del texto autobiográfico La campana de cristal, que multiplica lo anónimo y lo desconocido respecto de un cuerpo y una vida que se dejaron subyugar por el despojo de su propia identidad. El ejercicio dramatúrgico es claro: crear una historia de señales, de gestos, de vericuetos y sonidos que puedan percibirse como si los espectadores estuvieran detrás de una lumbrera.
El otro elemento contundentemente significativo de la obra, dirigida por Mauricio Gallegos, es la figura y presencia de la muerte. No como novedad, sino como apariencia de un pensamiento que se yergue sobre las contingencias y las mutaciones, a propósito de la multiplicidad de momentos y de las virtualidades contradictorias que le correspondió enfrentar, por ejemplo, las intenciones suicidas o la muerte repentina del padre. Lo definitivamente importante de la puesta en escena está en haber podido pensar aquellas comparticiones del tiempo y del pensamiento del personaje, que claramente nos remiten a las ‘desemejanzas’ del orden del actuar y del orden del hacer que Andrea Ordóñez, la actriz, y el personaje, encarnan como poesía, respiración y trascendencia. Silvia Plath habría dicho en algún momento: “Líbreme de cocinar tres veces al día, líbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones. Yo soy yo. Yo soy poderosa. Creo que me gustaría llamarme La chica que quería ser Dios”.
Una interesante referencia sobre la escritora Sylvia Plath está en el libro biográfico Cometa rojo, de Heather Clark, que –según lo refiere la crónica de Irene Hdez. Velasco en El Confidencial– desmonta muchos tópicos sobre Plath: “En lugar de mostrar a la escritora como alguien irrevocablemente abocado al suicidio, el retrato que emerge de sus páginas es el de una mujer tenaz que luchó con uñas y dientes por vivir. Su arte era no sucumbir, tal y como escribió su hija Frieda”.
Hay un trabajo y un modo de pensamiento en la obra Mujer Machine y una forma de ficcionalizar al personaje, desde la esfera de lo poético y de la puesta en acto, que corresponden a una mirada que marca el estupendo encuentro con la figura de la escritora y la infinita red de sensaciones de los mundos sensibles por los cuales transcurrió su corta vida. Eso se llama ensoñación que es otro modo de pensamiento.
Así lo explica Mauricio Gallegos, el director de la obra, en la siguiente entrevista para el Apuntador, quien además está celebrando 31 años de vida artística con una serie de eventos y presentaciones que resumen gran parte de este fecundo recorrido como actor, gestor y director.
FICHA TÉCNICA
Actuación e idea original: Andrea Ordóñez Ayala
Dirección: Mauricio Gallegos
Dramaturgia: Andrea Ordóñez Ayala
Colaboración Javier Cevallos
Coreografía: Omar Aguirre