El teatro –desde sus respectivas variantes y tendencias– es una ocupación artística y creativa, que (nos) habla desde la nostalgia. No siempre, hay que precisar. Esos momentos de nostalgia que el teatro fija están, casi siempre, exentos de contemporaneidad. Esto podría suponer que hace falta el presente para llegar a lo actual. Sin embargo, en el arte (la danza, el teatro, la música, etc.) no existe la presencia pura porque nunca terminan de esclarecerse as ‘relaciones del teatro con el presente viviente’ (Alain Badiou). ¿Presencia sin presente?

¿Qué es entonces lo estrictamente contemporáneo?

Más allá de esa ‘manía intemporal’ del teatro, en la obra Andes – La ruta de los sueños, del grupo ecuatoriano – chileno Imagino Teatro, se presenta ‘la figura de lo real’ para referirse al gran ciclista ecuatoriano Richard Carapaz y los momentos más significativos de la vida del atleta, que se sostienen sobre la relación ‘entre las imágenes y el presente’. Se trata de volver a mirar lo actual desde el propio presente para estar en el mundo. El gran trabajo de puesta en escena del grupo, es concreto: acortar la distancia que existe entre el pensamiento y el presente. Y esto se alcanza, fundamentalmente, porque se juega con el ‘destiempo’, como el elemento que podría contradecir cualquier acercamiento a lo contemporáneo.

Bueno, es más simple que eso. Andes – La ruta de los sueños es un espectáculo de teatro físico que emociona desde el comienzo hasta el final, con la admirable dirección de Santiago Carcelén V., las actuaciones sobresalientes del colectivo: precisas, ajustadas, sobrias; y la iluminación de Gerson Guerra como el atributo que hace vibrar el escenario.

Una obra muy bien estructurada y pensada para que los espectadores recobren el sentido de la contemporaneidad, a través de la imagen conocida del ciclista carchense: la ‘vivacidad creativa de lo actual’ no es un desmentido para el teatro. Es su reafirmación y es también la potencia del disfrute escénico que se expande a través de Carapaz como la ‘figura de la vida’, con sus logros y su filosofía.

En este cometido (la reafirmación del presente) están la melancolía, que alude a la verdad de donde parte la historia del ciclista y otra vez el propio presente desde el cual se echa abajo esa distancia, para dejar que los espectadores se identifiquen plenamente con el mundo infinito de las imágenes que los actores y actrices van creando, con el arrebato construido bajo la premisa de imaginar también lo que está vigente. Y lo más significativo: la voluntad ‘desimaginante’ que recobra la transparencia para desorganizar la ausencia.

Al adentrarnos en el ideario del grupo Imagino Teatro, es bueno saberlo, leemos lo siguiente: “Nace en Quito en 2013. Está dedicada a crear obras y espectáculos aptos para todo público con un lenguaje cercano y atractivo. Su trabajo tiene como base el teatro físico, junto con elementos del teatro visual, de objetos, clown, comedia física, máscaras, circo y drama, que se unen para contar historias con una poética visual que despierte la imaginación del espectador y lo transporte a diferentes espacios, tiempos y realidades, que active los sentidos y conmueva al público, compartiendo su visión artística del ser humano

y de la vida”.

El público aplaudió el trabajo de pie. La convergencia entre la facticidad (lo contingente de los hechos) y el imaginario del presente parece haberse cumplido plenamente. ¿El triunfo de las imágenes fue completo? Creemos que así lo entendieron los espectadores y es lo que verdaderamente importa.

Ficha técnica

Dirección y puesta en escena: Santiago Carcelén V.

Dramaturgia, co-dirección y producción: Magdalena Soto D.

Elenco: Arturo Calahorrano, Santiago Carcelén V., Magdalena Soto D., Tanya Sánchez, Anabel

Vintimilla, Matías Belmar, Fernando Vargas.

Diseño de iluminación: Gerson Guerra

Lugar: Teatro Nacional Sucre - Fiesta Escénica 2022