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Más vale tarde.../Genoveva Mora Toral

Lengua de vaca. Daysi Sánchez. f Silvia Echevarria El Apuntador

Más vale tarde.../Genoveva Mora Toral

Siempre digo que hay calendarios que se imponen, son los horarios de la vida los que me han impedido terminar este pequeño comentario, pero no lo quiero dejar en el cajón, así que como dice la popular sabiduría, más vale tarde que nunca.

Ha sido evidente en esta gran Fiesta Escénica la necesidad del público de asistir al Teatro, a los años largas colas para ‘coger puesto’, como decimos en buen ecuatoriano, y eso da mucho gusto. Claro que en medio de esto, y no se trata de mala onda empezar el comentario con un ‘menos’, pero no puedo dejar de preguntarme ¿hubiera sucedido lo mismo si la gente tenía que pagar una entrada?... Creo que podemos sospechar una respuesta… Sin duda, este lujo puede darse desde lo institucional, en este caso la Secretaría de Cultura del Municipio que ha sido la que económicamente ha propiciado a la Fundación Teatro Nacional Sucre, dirigida en este momento por Josie Cáceres quien viene realizando una asertiva tarea para revivir el Teatro, y me refiero a la actividad escénica, una labor necesaria y saludable para el arte, lxs artistas y el público en general. Recordemos que en el periodo de pandemia se movió muy poco y siempre en co-producciones de propuestas externas al teatro. En este contexto puede ser justificable la gratuidad, tomemos este gesto como la invitación para regresar al teatro, a las propuestas, que como se ha visto en la programación han sido diversas y respetables; pero aboguemos para que en el futuro inmediato se cambie a una modalidad con cobro, no importa cuánto, pero el trabajo artístico tiene también un valor monetario, llevar una obra a escena significa una inversión económica y como tal demanda un retorno. Y, no se puede ignorar que existen varios festivales nacionales (los llamados ‘emblemáticos’ que en este año no tuvieron acceso a fondos por parte del Ministerio de Cultura), por ende, se vieron obligados a suspender programación o minimizarla.

Por otro lado, la Fiesta Escénica, se la puede ver como la consecución de un importantísimo impulso que la FTNS (también con el apoyo de la Secretaría de Cultura) imprimió con Cantata 1822, desde mi punto de vista, un trabajo enorme y respetable entregado a la ciudad en su Bicentenario.

Además, creo que es fundamental tomar el cuenta que eventos de este calibre necesitan de un equipo solvente y compenetrado, tal como ha sucedido en esta ocasión; empezando por una curaduría seria; el equipo de producción, comunicación, técnico y de administración financiera y jurídica del Teatro Sucre,  consigue evidenciar que los teatros no son solamente espacios físicos sino el lugar donde se juntan voluntad y eficiencia para obtener estos resultados, a pesar de la burocracia que inevitablemente atraviesa. 

¿Qué deja un festival? Es la pregunta necesaria, que por cierto tiene una gama de respuestas: por un lado, la constancia de que existe un movimiento escénico en nuestro país, de hecho, es esta una muestra de los cientos de propuestas interesadas en participar. Es la verificación de que hay una voluntad para exponerlo, y como he señalado, un público ávido.

Un festival es también una huella que entrelaza una serie de emociones fuera de la sala, como aquella de reencontrarse, compartir, debatir; oportunidades valiosas que han renacido luego del largo encierro pandémico.  Cuestión que puede ser traducida a una necesidad de lxs espectadorxs de retomar el rito, o como dice Pavis, la necesidad de vivir “la sensación de pertenecer a una comunidad intelectual y espiritual al inscribirse en una forma moderna de culto y de ritual…”.

Pues, qué otra cosa es una obra, sino un ritual, no importa el género o tendencias, es la ocupación de un espacio para desde ahí ‘hablar’ con los otros y volverlos parte de experiencias, testimonios o ficciones particulares que se tornan colectivas y nos increpan, acogen e incomodan.

Lengua de vaca. Daysi Sánchez. f Silvia Echevarria El Apuntador

Así, el testimonio de Daysi Sánchez con Lengua de vaca, el unipersonal que se afianza en el relato cuyas protagonistas son las mujeres de la familia, quienes desde cuatro generaciones atrás sostuvieron las mismas batallas, personales y silentes, peleando principalmente por sus hijxs y sosteniéndolos en medio de grandes dificultades, para hacer de ellxs buenas personas. Y, no es que las historias no tengan valor, pero en el teatro la cuantía está en cómo las cuentan, cómo entran en juego todas las piezas, cómo se conjugan códigos para que en un acto cuasi matemático se transformen y al mismo tiempo permanezcan.

Hay en este trabajo un personaje/voz/cuerpo que en magnífica ceremonia va narrando, destejiendo el gesto para volverlo tiempo y memoria, mediante un protocolo personal que, a modo de conjuro, quiere exorcizar el sino que ha marcado este árbol de vidas femeninas; sacar de raíz el dolor para esfumarlo, y para ello un gran remedio es volverlo palabra, música y cuerpo; así entona la voz mi vida es como hoja seca que va rodando en el mundo… no tiene ningún halago… por eso cuando me quejo mi alma agradece cantando…”

Lengua de vaca. Daysi Sánchez. f SEAP

Y, en medio de eso el deseo profundamente oculto se revela “Busco una tumba para enterrar el recuerdo del hombre que es una invención en mi memoria, ese que dicen fue mi padre, busco una tumba…”

No obstante, el rito sigue y como proclama ella, ahí en ese lugar, ataviada con su traje (diseño de Lía Padilla) de gruesa textura que le confiere peso y solvencia al movimiento, ‘camina hacia atrás’, una acción que se repite para buscar en las historias de sus mujeres, echa mano de simbólicos objetos, dados por mujeres, y convierte la mesa y el espacio circundante en su territorio, a donde acuden las imágenes que dan cuerpo al recuerdo, y también a la fantasía de un padre “que es una invención en su memoria…

Ay longo de los diablos no me has de engañar, ay nues así guambrita casemos nomás…”

Las penas y las mujeres están hechas de recuerdos y remiendos, las yerbas sirven para aquietar dolores, la lengua de vaca para curar los males del cuerpo y del alma…así contaba la abuela. Así nos cuenta la protagonista y consigue hacer de este relato una conmovedora obra de arte.

Quimera.(2020 )La trinchera, Rocío Reyes. SEAP

Quimera, es el trabajo de la Trinchera, el icónico grupo de Manta que está celebrando sus 40 años, en esta obra intervienen Nixon García su director, dramaturgo y actor, Rocío Reyes otro pilar de este proyecto, junto a Freddy Reyes M. y Hernán Reyes Parrales. Ataviados con trajes diseñados por Pepe Rosales al igual que la escenografía, asesorados en la parte musical por Rainer Christian Rosenbaum, y la iluminación de Magaregger Mendoza, una verdadera familia que no ha cesado durante esta cuatro décadas, ahí ha crecido Gabriela García, hoy productora de este trabajo.

Quimera (2022) La trinchera. f SEAP

Quimera también es música, el canto de sus personajes son material para teatralizar el relato de estos hombres que han entregado sus vidas a cuidar una fronteriza línea que no existe, en un territorio donde pareciera que todo está por descubrirse, todo está para ser tomado, incluso las palabras que tejen esta ficción, por eso sus personajes se ‘agarran’ de la palabra del otro para ir construyendo la suya y en ese juego tejen supuestos, en un tiempo y espacio incierto; y  en ese fabular entretienen también nuestra tristeza, porque eso tiene el teatro, el encanto lanzar el anzuelo y sumergirnos en la historia que nos toca, la nuestra. Y es que este entresijo de cantos, palabras y advertencias rememoran que de eso va la vida, que así se construyen los paisajes políticos, atando cadenas de sospechas que estructuran los discursos de todo tipo de poder. Escuchar la arenga del pregonero, el diálogo hilarante de estos personajes es como si de pronto colocáramos delante de nosotros los noticieros en donde borbotean las diatribas de los ‘buenos’ y los ‘malos, los tramposos, los ladrones, los salvadores a río revuelto y de toda esa pléyade de saboreadores del poder en esta Quimera nuestra, el país de la desmemoria.

De cómo murió el teatro (2022) Colectivo Yama. f.SEAP

Y si la música atraviesa las obras, el protagonismo se lleva la muy admirada De cómo murió el teatro, dirigida por Carlina Derks Bustamante, asistida por Natalia Ortiz, quien junto a Adriana Camacho son las actrices del Colectivo Yama, que en este trabajo contó además con el apoyo de investigación de María Fernanda Cartagena, la coreografía de Amelia Poveda y diseño de arte de Fernando Derks.

De cómo murió el teatro es un imponente rito que hace de la escena una trama de distintos materiales teatrales para despedir a varios personajes que se fueron, y que en pandémicos tiempos asomaban como muertes “online”, porque sucedió que desde el encierro empezamos a pretender entender la vida desde una pantalla donde las imágenes de quienes dejaron sus vidas en la calle se iban convirtiéndose en horror encerrado en bolsas negras. El mundo cambió, enmudeció y como parte de este trastorno las salas de teatros se fueron vaciando; no obstante, los fantasmas han regresado para hacer su propia ceremonia, que bien podríamos traducirla a un oxímoron, porque esta despedida tiene mucho de retorno… de llanto y de música, de fiesta y de luto, y es que la muerte también tiene que ser bailada, quiero comprarle a la vida cinco centavitos de felicidad…

De cómo murió el teatro (2022) Colectivo Yama. f SEAP

Murió entubado…murió online… y detrás de las palabras, la voz “habló la madre así triste y llorosa…” copa el espacio de la escena, porque Ilyari Derks, actriz, es por sobre todo una cantante potente y tiene el privilegio de una voz estupenda que hace de hilo conductor en este ceremonial.

De cómo murió el teatro… es una puesta en escena que oscila entre la tragedia y la comedia, como para recordarnos que solamente así es posible vivir… y morir en este espacio barroco donde comprobamos una vez más, que nuestro mundo es un escenario, que todos somos actores y escasos son los personajes, es decir pocos perduran; y, precisamente, anclados a esta idea, este grupo de actrices y actores ha decido traer sus personajes y hacer teatro en el teatro, autorepresentarse, insistir en que es imposible separar la realidad de la ficción, y a partir de esta premisa, consiguen, como señala Pavis, que “la ilusión de la ilusión se haga realidad”. Vemos entonces ante nosotros actorxs que conocemos: a Juana Guarderas derrotada por sus personajes, porque Las Marujas están vivas en la retina de su público; Gerson Guerra y sus fantasmas, la memoria conjugada en tiempo presente. Todos los actorxs van ocupando el escenario en un recuento de su itinerario teatral. Y simultáneamente la llamada a los ancestros, a los míticos animales andinos, la llama y el chusiq, representados en exóticos trajes, humanizados a través de la voz  para que acompañen el viaje de sus muertos.

De cómo murió el teatro.(2022) El Miche f.SEAP

Transcurre la escena en un tiempo intermitente, colorido y exultante que constantemente se quiebra y nos quiebra también, de tristeza y de risa. Los Clowndestinos en dúo, Paulina Sánchez y Toño Harris hacen gala de su admirable capacidad histriónica, elaboran un discurso que, en clave de clown disfraza el dolor en carcajada, su risa completamente crítica retrata la candidez del ciudadano que confía su futuro y su presente en el oráculo Siri y retratan con entrañable humor el tiempo de la pandemia y sus delirios; en tanto que Miche echa mano de la política y se gana el aplauso grande con personajes dignos de caricatura.

Ilyari Derks, Natalia Ortiz, Carllnka Derks, Daniel Moreno, Juana Guarderas Carlos Michelena, Adriana Camacho, Gerson Guerra, , Paulina Sánchez, Toño Harris.

Daniel Moreno, el drag indiscutible, deja escuchar su grito silencioso porque en su entorno la muerte empezó hace décadas, porque hay pandemias mentales que siempre han arrasado con los diferentes.

El mundo es puro teatro…estudiado simulacro

 

 

 

El cuentero Don Pascual y la tradición oral Manabita / Santiago Ribadeneira

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El teatro tiene que ser más real que la vida misma: Agustín Núñez

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