Postular, postular y postular /Sharon Olazaval
Los ojos me sangran. Me pasé el día entero llenando un formulario online que tenía miles de pestañas y que solo estará activo por un par de días. Como una no tiene nada que hacer la mayoría del tiempo no sería problema, excepto cuando por obra y gracia de la mala suerte cosas así, y de otro tipo, aparecen todas a la vez. Así que no me quedó otra que hacerlo hoy, de un solo tirón. Y eso tampoco sería un problema si una fuera menos despistada, o perfeccionista, o, hay que decirlo todo, si el sistema de la página web mismo no fuera tan malo. A cada rato debo corregir mis pequeños, en realidad casi insignificantes, errores. Cambiar el “obra” por “obra de teatro”, para lo que tengo que borrar el ítem completo y comenzar de nuevo (gracias sistema), porque pienso que tal vez no se entienda: paranoias de postular, postular y postular y no quedar en casi nada. Pero una no se rinde y postula a cuanta cosa aparezca.
De todas formas, la máquina está bastante aceitada. Por suerte cuando comencé en esto de querer ser alguien tuve la brillante idea de siempre guardar toda la información que llenaba en las convocatorias a las que aplicaba. Entonces, si me piden un biografía de 500 caracteres, la tengo, una de 1000 también, si me piden la sinopsis de algún proyecto la tengo en español y en inglés, y motivaciones ni hablar, tengo de todo, cómicas y dramáticas, largas y cortas, hechas con ganas y hechas al apuro, y si me gusta algo que dije en una, la combino con algo que dije en otra y ¡tarán! tengo una nueva.
Lo malo es que aún así a veces me encuentro con formularios que me toman muchísimas horas, lo que hace que entre en un espiral de ansiedad, por todo el tiempo que siento que estoy perdiendo, y pesimismo, “para qué me molesto si igual no me van a escoger”.
Pero para vencer toda mala sensación voy a hacer algo que he querido hacer desde hace mucho: compartir un texto que escribí hace varios años que es el que más me ha gustado redactar y el que más me gusta leer porque si bien no fue el intento menos probable, sí fue el más absurdo. Las ganas de quedar en algo eran tantas que la desesperación me nubló el juicio y apliqué a una residencia de danza contemporánea (cosas que había dejado de hacer hace mucho) pero pedía no bailar, sino filmar. Y además pedía la beca completa. Qué tonta. Y qué tierna. Obviamente no me escogieron pero a cambio tengo esto:
Soy actriz de teatro principalmente y cineasta últimamente. Bailarina soy, ni principal ni última, sino absolutamente. No he participado en un solo unipersonal porque creo y disfruto mucho de la creación a varios autores (esto era una mentira, no había hecho un unipersonal porque no se me había dado la oportunidad, pero quería que vieran mi compromiso con el trabajo en equipo). El cine lo reafirma. Como directora, no puedo imaginarme tratando de dirigir un corto o largo sin tener a disposición la completa entrega de los actores; y como actriz no puedo imaginarme logrando un personaje sin la guía adecuada de un director. Una fiesta es más divertida con invitados que con paredes. Así como he experimentado en distintos lenguajes (teatro, cine, literatura, danza), he vivido en varios países; estas experiencias me enseñan que cada rincón inexplorado, a su manera, modifica la mirada, trae aprendizajes y ensancha horizontes. Nunca he estado en Uruguay y ciertamente nunca he colaborado con los 19 creadores que llegarán en febrero. ¡Solo el cielo sabe qué maravillas nacerán de nuestras fronteras!
Mi actriz de teatro, mi bailarina y mi cineasta se vuelven locas cuando me enfrento a la creación. Las tres se pelean como niñas pequeñas jalándose el cabello, levantándose las faldas, aruñándose la cara para ir en el asiento delantero del auto. Una tiene que estar al frente porque al parecer solo hay lugar para una. Lo que no se dan cuenta es que aunque haya lugar para solo una en el asiento de adelante, las otras también son llevadas al paseo. Claro que las subyugadas nunca bajan la guardia, están súper atentas a cualquier distracción de la que lidera para confundirla, engañarla y, finalmente, quitarle el preciado lugar. Es así cuando trabajo. Cuando hago cine pienso en ejercicios de teatro, pienso en iluminación escénica, en convenciones, en corporalidad extracotidiana, en danza, etc. Cuando hago teatro pienso en planos cerrados, en ángulos imposibles, en puntos de vista cenitales, en el ritmo del corte, en diseño sonoro, en movimiento en vez de texto, etc. Y cuando bailo…pues cierro los ojos y vuelo.
Lo que quiero ahora es tener a las tres niñas en el asiento delantero. Este encuentro me va a permitir explorar en una sola experiencia las tres facetas que me vuelven loca construyendo mi propuesta y participando en la de los demás. No sufriré la abstinencia atroz de dejar algunas de lado para emplear solo una.
Pues bien, mi propuesta es simple (aquí viene). Quiero filmar. Filmar el movimiento del cuerpo, filmar al artista del movimiento, filmar al personaje del artista, filmar la poética de esta conjunción con la cámara. Hay algo absolutamente fascinante en los procesos de creación, la sala de ensayo es un lienzo magnífico de infinitas posibilidades totalmente merecedoras de ser registradas poéticamente. Un documental y al mismo tiempo no porque hay ficción. ¿Videoarte? Podría ser. Qué tal un “Sobre lo que esconde Romeo que Shakespeare ha puesto a la vista para que Julieta no vea sino se enamore” o “Lo que quería decir Frances Ha cuando afirmó que le gustan las cosas que parecen errores” o “Del sueño recurrente de Pina y el sabor favorito de Isadora”.
Adjunto a esta aplicación una solicitud de ayuda especial puesto que en este momento se me dificulta enormemente costear los gastos de traslado. Como ven, las mezclas me atraviesan transversal y longitudinalmente. Soy peruana de nacimiento pero viví en Ecuador toda mi vida y ahora resido en Argentina. Sin embargo, en este mismo momento de mi aplicación y hasta el 16 de marzo me encuentro en Ecuador. Piénsenme pues como una postulante ecuatoriana que no puede hacerse cargo de su propio movimiento por el globo por razones que no tienen nada que ver con sus capacidades. Les pide encarecidamente, Sharon Olazaval Miranda.