Teatro de Grupo: Una búsqueda necesaria en esta época?
Hacer teatro en Quito en los noventa no se parecía mucho a hacer teatro en esta década; me refiero a que en los noventas, si bien no había tantos grupos, el concepto de teatro de grupo, era el referente para quienes nos formábamos y estábamos deseosos de hacer teatro. Pensábamos y concebíamos el quehacer teatral como un proceso conjunto, donde se integran varias voluntades, donde el diálogo entre los integrantes es fluido y da paso a la creación teatral y donde, claro, lo más importante era crear y estaba muy por encima de pensamientos o necesidades de sustentabilidad y menos aún de rentabilidad.
Tal vez ese pensamiento o motivación correspondía a la pasión juvenil y descubrimiento de la actividad teatral como la vía de expresión y comunicación de los entonces jóvenes de nuestra generación, no lo sé.
Lo cierto es que, en lo que se refiere a la presente década, tengo la percepción, casi generalizada de que el teatro de grupo, en el amplio concierto de artistas escénicos de la ciudad, parece ser una rareza, una muletilla o una etiqueta a la que nos aferramos quienes hacemos teatro en Quito para no terminar de asumir que trabajamos por proyectos artísticos de pareja o por proyectos de interés personal.
A finales de los noventas, con Lorena Rodríguez, Mauricio Gallegos, Marco Vinicio Romero y Diego Jácome surgió lo que hoy es el Colectivo teatral Tentenpie, un grupo de teatro influenciado por la idea del teatro de grupo. Desde ese momento hemos producido y creado varias obras teatrales dirigidas a diferentes públicos y con diversas temáticas, que tienen en común la necesidad de colocar sobre la palestra temáticas que a los integrantes nos inquietaban y de las que necesitábamos discutir como sociedad; entre las más queridas nombraré a “Heredarás el Sueño” cuyos temas centrales eran la migración e identidad, “El Flautista de Hamelin” sobre la responsabilidad ciudadana ante los desechos que produce; “Ceniza en las mejillas” que nos permitió repensar la estructura de la célula familiar y hoy “Ensayo”, que nos permite hablar del teatro y de las prácticas vocacionales que forman parte de nuestra historia inmediata.
Durante este tiempo, veinte años ya, varios compañeros y compañeras han formado parte de Tentenpie, compañeros que han aportado con su talento, trabajo, técnicas, inquietudes y pensamiento en cada momento creativo y que pasado cierto tiempo, tomaron rumbos nuevos, en su mayoría para continuar haciendo teatro.
En el grupo durante ese tiempo, hemos intentado probar, de manera intuitiva, algunas formas de relacionamiento interno y de redistribución de responsabilidades y tareas; no siempre fueron acertadas, nos equivocamos y a veces enfrentamos conflictos internos. No somos un grupo como el que nos propusimos ser en ese entonces; es más, hoy me pregunto si somos grupo, porque a veces me he encontrado a mí mismo negando esa posibilidad.
¿Qué hacer para alcanzar el sueño del teatro de grupo en una ciudad en la que el interés individual se centra en la rentabilidad y reconocimiento personal? O ¿Qué hacer para resignarse a dejarlo en el pasado y reconfigurar lo que consideramos teatro más allá de la sola presentación?
La respuesta aún no la conocemos, pero eso sí, contamos con un cúmulo importante de experiencias, que nos han permitido contrastar concepciones distintas del quehacer teatral, repensar nuestro caminar por el teatro, pero sobre todo ha permitido que nos llenemos de afectos, de momentos, de recuerdos con los compañeros que han trajinado con nosotros esos años y a quienes agradecemos profundamente.
Marcelo Luje